En medio de la noche, Ian paró el coche en aquella carretera alejada del mundo. Quería pensar con calma en la discusión que había tenido momentos ntes con su hermano menor.
–¿Por qué no espero solo unas horas para darme el regalo? ¿Y por qué insistió tanto en que lo abriera? ¡Hasta me facilitó unas tijeras para cortar la cinta! ¿Cuál era su ansiedad? Él sabe perfectamente que no me gusta celebrar nada antes de tiempo, y menos si se trata de cumpleaños! ¡Sabe bien que soy supersticioso!
Ian salió del coche para fumar un cigarrillo. Estaba en medio de la nada. La niebla se había hecho espesa. Estaba a punto de subirse de nuevo al coche cuando escucha un silbido y ve una luz en la lejanía que le atrae hacia ella como si fuera un imán. Sin percatarse, en un instante se halla dentro de una cueva cuyas húmedas paredes estan repletas de pinturas rupestres de animales y hombres prehistóricos de un color rojo sangre. Ian puede verlas gracias a una misteriosa luz que surge de un cofre.
Súbitamente Ian se paraliza. Detrás del cofre y camuflado entre sombras se encuentra un hombre alto y fuerte, semidesnudo y con una pala, que al verse descubierto se abalanza sobre Ian quien huye despavorido sin dirección y guiado solo por su instinto. Jadeante llega al coche y rápidamente lo trata de encender pero sin éxito. En ese momento mira el indicador de gasolina…
Un golpe seco.
Un silbido rompe el silencio nocturnal unido al sonido de algo que esta siendo arrastrado.
E.T.