Adolorida y presa del pánico, me dirijo al punto de luz que desde lejos me señala la salida de ese convulso y oscuro túnel. Pronto esa luz me enceguece y me desmayo.
En mi estupor escucho una voz grave:
–¡Es niña!
Comienzo a llorar.
Esmeralda Triskel – Storyteller