El gran arcoiris aseguraba una tarde despejada luego de una mañana lluviosa, así que Bob se puso sus zapatos deportivos y salió a trotar para estirar un poco los músculos y descansar la mente.
Inspirado por la frescura del ambiente decidió tomar una vía diferente a la acostumbrada adentrándose en una arboleda que rodeaba una laguna de la cual había escuchado numerosas historias extrañas.
Luego de un rato trotando por fin consiguió la famosa laguna. Estaba exhausto, así que tomó un poco de su cocktail energizante y decidió descansar sentandose en una de las piedras que había en la orilla. Nunca había estado en ese lugar y quería disfrutarlo. Se acomodó y cerró los ojos para percibir mejor los sonidos y la energía que le rodeaba.
Bob, absorto en su experiencia, volvió en sí cuando notó un adormecimiento y hormigueo en sus brazos y piernas. Pero al abrir los ojos no veía nada alrededor. Una densa niebla lo rodeaba evitando que pudiera ver más allá de sus manos.
–¡Qué diablos! ¿de dónde salió esta niebla?
Bob empezó a caminar con las manos extendidas para tantear cualquier obstaculo que se le atravesara ya que no conocía la zona y se sentía desorientado. Estaba asustado y arrepentido de haber cambiado su ruta habitual.
Andando sin saber a donde, hubo un resplandor fugaz de luz, como un flash, que iluminó el ambiente por un instante, permitiendole ver que a pocos pasos el camino se dividía en dos vías. Había un poste que con dos flechas y dos imágenes. La flecha de la izquierda tenía la imagen de un escarabajo. La de la derecha tenía un mono.
– No me gustan los insectos –pensó para sí– ¡sigamos al mono!
La niebla no se disipaba, por lo que Bob continuó caminado despacio cuidando de no tropezar, y ya bastante nervioso puesto que la tarde empezaba a caer.
Al cabo de un rato empezó a escuchar una música.
–¡Por fin! Pronto voy a encontrar a alguien que me ayude a salir de aquí –se dijo a sí mismo.
Agudizó sus sentidos para seguir la dirección de donde provenía la música, que cada vez escuchaba más cerca. Ahora ya la reconocía. Eran cantos de iglesia, como los cantos gregorianos.
Repentinamente Bob escuchó una campanada y al instante la niebla frente a él se disipó dejándole ver lo que tenía ante sí. Una antigua y extraña construcción semejante a una iglesia, la cual estaba repleta de monos por todos lados. Familias completas de monos iban y venian de un lado a otro como dueños absolutos del lugar.
Una voz masculina tras él lo sacó de su estupor al escuchar que lo llamaba por su nombre
–Bienvenido Bob, le esperábamos –le dijo un hombre ataviado con con ropa de monje
Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Bob al escuchar su nombre.
–¿Me esperaban? –respondió con voz entrecortada.
–Sígame –le respondió el monje en tono imperativo.
Bob siguió al extraño personaje quien lo introdujo al edificio. Atravesando numerosos pasadizos que desprendían un olor a humedad y encierro, llegó a una extensa sala la cual era presidida por la imagen de un enorme baduino sentado en un trono del cual surgía una aureola de luces iridiscentes que iluminaban toda la estancia.
Bob, alucinado por a escena, quedó paralizado cuando el enorme baduino se dirigió a él, diciendole:
–Haz llegado prematuramente. Muestrame tu corazón.
Bob no entendía nada.
El monje, que estaba al lado de Bob, se recogió la manga del hábito y con un rápido movimiento introdujo su mano en el pecho de Bob y le extrajo el corazón mostrandoselo al baduino.
Bob estaba en shock!
El baduino observó el corazón por unos instantes y luego dijo:
–Veo que tienes un gran corazón y que no te llevará muy lejos. ¿Has dejado de hacer algo que has querido hacer?
Bob no sabía que decir, ni si debia decir algo.
–Responde, te estan preguntando algo importante –le dijo el monje a Bob.
–No se que decir, pero cierto, he querido hacer cosas que he dejado para después y nunca las he hecho –respondió Bob tímidamente.
–¿Como qué, por ejemplo? –preguntó el baduino
–Viajar por el mundo, ser millonario, escribir –respondío Bob con voz temblorosa.
El baduino extendió una de sus patas delanteras hacia Bob ofreciéndole una luminosa pluma.
No tienes tiempo para viajar por el mundo ni ser millonario. ¡Escribe!
Bob, aún más tembloroso, se acerca a tomar la pluma y en cuanto la toca siente un jalón y una descarga que le quema el pecho.
–¡Parece que reacciona! –escucha Bob entredormido dentro de la ambulancia
En su estupor se acuerda del mono y se pregunta,
–¿Y si hubise tomado el camino de la izquierda?
Un enfermero se acerca para ponerle una mascarilla de oxígeno. Bob ve un tatuaje en su brazo con la imagen de un escarabajo, una pluma y una frase que dice “mismo destino para zurdos”.
E.T.